Por Ronald Abilio Noda
Y oirán ruidos y rumores de guerra Y nada, palabra inútil Sesos de cordero fritos en vinagre de jerez Sutileza de viajes y añoranza de tiempo, de tiempo… De tiempo antiguo y de modernidad, de vacío De esta vieja Europa, los Alpes Y Roma y los sitios de Numancia y del Helesponto en la batalla de Constantino Y de los antoninos viendo el curso de sus fiestas, de la paz, de los senadoconsultos Mientras se abrazan a los cipreses, mientras desciende todo esto Pocas palabras y conversaciones rotas, Nadie puede recordar, Tonterías y abismo, túnicas en las muchachas de Botticelli Y las rosas que descienden en la quietud La imagen Y luego el reverso de aquellos campos sembrados de trigo Y de las fiestas juveniles y de la música de moda Nada, quedará algo de Europa en el humo que sube Algo en los toros sacrificados y en la sangre que mancha la arena Pero Europa ya no existe, Occidente no es más que un silencio, un viento que asola las cosechas Y al Oriente está el signo de la riqueza desmedida Tal parece que quedamos solo nosotros, los americanos, Pero América también empieza a diluirse en las aguas del tiempo A mostrarse en los espejos que la deshacen Y se fractura la fuente de la vida América, un sitio en que los nombres llenan las voces lejanas De Cochabamba, a Lima, a Filadelfia España ya no está en sus sitios Solo puede existir España en las ruinas de la pirámide de Nichos En los pozos que desbordan la humanidad, El dios que se come a sí mismo Inglaterra y Gales e Irlanda están en Jacksonville En la canción de cuna In a narrow lane; Says this King to that King “Where have you been?” Y las nebulosas que pueden observarse en las anchuras espaciales Signo de la civilización y de la huida del tiempo El tiempo en toda su contención En el instante que se detiene y en el instante que pasa La música de los maestros corales y el pobre aparcero que recibe su herencia Tanto, sombra de inquietud Y no más ciudades solo una pequeña mancha de luces Y aquello que empieza a confundirse Como una multitud que se detiene en la batalla Como lo que va ascendiendo hasta la anchura de la sangre, Nada, campos desolados Cubiertas de muérdago y flores que atraviesan el aire de la civilización Desde los bueyes, y el descubrimiento del arado y la rueda Desde la constancia de la historia Y la pérdida de la historia El siglo que se detiene, que rompe toda noción pasajera Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit in agresti Latio, Pero no hubo más, solo la sombra que nos asecha desde Homero Desde el principio constitutivo de las cosas El aire y el agua, la multitud de átomos Y luego la división El pequeño segundo que queda entre la caída y el milagro Entre la voz y la ausencia de sílabas dispuestas François Villon canta la balada de los ahorcados: Se frères vous clamons, pas n`en devez Avoir dédain, quoique que fûmes occis Par justice. Toutefois, vous savez Que tous hommes n`ont pas le sens rassis ; Excusez-nous, puisque somme transis Y acá se está, en Washington Bridge, a mitad de un mal tiempo Como un niño que va recogiendo piedras sobre el río Esta, y la otra, más allá del guijarro Y aquella imprudencia pasajera Cuando nada viene a cobrar importancia Y cuando se deshacen las páginas del arzobispo De la señora de Flandes, de las vajillas. No he venido sino a por la espada No he venido, ni vendré Y se lleva al padre por delante En un conteo suave, uno, dos, tres… Pasos que van quedándose atrás