Por Ronald Abilio Noda
Solo la niebla y las esferas de gas Nunca hemos tomado el camino de nuestros abuelos En estos cimientos perduran la herida y la serpiente Aquí, en esta ardua curvatura de nuestros días En esta calle Aquí, no está la realidad Solo la sombra y el antiguo clamor Porque la realidad Es una copa de vino en la noche Y las delicias perdidas al atardecer, El extraño horizonte Las barcas ignoradas de los despeñaderos Aquel viajero lejano que un día despedimos Y las sombras que nublan los rostros Como un ligero manto en su sigiloso misterio. Y va todo La noche inmensa que no se nos revela completamente En otro sitio quizás Acaso tras esa multitud que colma las avenidas Tras esos ritos cerrados del humo y el silencio Como un día de fiesta que va dando paso a su desolación, Y de pronto no queda nadie Solo un fuego que no puede quemarnos Aquellas puertas presentidas de la ciudad colmada Las ruinas de un tiempo que no acontece El Corpus Christi, la vieja procesión al infinito de las cosas Y el nombre que cae Sobre todo su silencio y sobre el mundo dispersado En medio de la ensoñación y el vacío No hablamos de las viejas lápidas polvorientas, ni de las columnas bien dispuestas, ni de los árboles lejanos Todo esto ya ha pasado Como se pasa el día del invierno en medio de los atrios familiares Como un siglo bien guarnecido frente a los clamores de las muchedumbres Sueño silencioso No hablamos del día, ni de las majestades ocultas de la luz, ni de la primacía del tiempo sobre el tiempo, ni del antedictum presagiado de la colina del purgatorio Hemos dicho solamente los recitativos de una tragedia que recién comienza Las largas oraciones que se repiten Como furiosas lanzas contra una bestia medio dormida Esta es la noche, y este es su silencio que comienza a parecer un piélago distante El hilo que suelta su atadura y rompe las fauces del mundo El desencanto Este es el signo de una palabra gastada.