Por Muriel Rukeyser
Traducción Ramón Hondal
: Speak to me. Take my hand. What are you now?
I will tell you all. I will conceal nothing.
When I was three, a little child read a story about a rabbit
who died, in the story, and I crawled under a chair :
a pink rabbit : it was my birthday, and a candle
burnt a sore spot on my finger, and I was told to be happy.
.
: Oh, grow to know me. I am not happy. I will be open:
Now I am thinking of white sails against a sky like music,
like glad horns blowing, and birds tilting, and an arm about me.
There was one I loved, who wanted to live, sailing.
.
: Speak to me. Take my hand. What are you now?
When I was nine, I was fruitily sentimental,
fluid : and my widowed aunt played Chopin,
and I bent my head on the painted woodwork, and wept.
I want now to be close to you. I would
link the minutes of my days close, somehow, to your days.
.
: I am not happy. I will be open.
I have liked lamps in evening corners, and quiet poems.
There has been fear in my life. Sometimes I speculate
On what a tragedy his life was, really.
.
: Take my hand. Fist my mind in your hand. What are you now?
When I was fourteen, I had dreams of suicide,
and I stood at a steep window, at sunset, hoping toward death :
if the light had not melted clouds and plains to beauty,
if light had not transformed that day, I would have leapt.
I am unhappy. I am lonely. Speak to me.
.
: I will be open. I think he never loved me:
he loved the bright beaches, the little lips of foam
that ride small waves, he loved the veer of gulls:
he said with a gay mouth: I love you. Grow to know me.
.
: What are you now? If we could touch one another,
if these our separate entities could come to grips,
clenched like a Chinese puzzle . . . yesterday
I stood in a crowded street that was live with people,
and no one spoke a word, and the morning shone.
Everyone silent, moving. . . . Take my hand.
Speak to me.
.
/
.
: Háblame. Toma mi mano. ¿Qué eres ahora?
Te diré todo. No ocultaré nada.
Cuando tenía tres años, un niñito leyó un cuento acerca
de un conejo que moría, en la historia, y me arrastré bajo una silla :
un conejo rosado : era mi cumpleaños, y una vela
hizo una llaga en mi dedo, y se me dijo que estuviera feliz.
.
: Oh, conóceme. No soy feliz. Seré clara:
Ahora pienso en blancas velas contra un cielo cual música,
cual alegres trompetas resonando, aves echadas, y un brazo sobre mí.
Era alguien a quien amé, que quería vivir navegando.
.
: Háblame. Toma mi mano. ¿Qué eres ahora?
Cuando tenía nueve años era fructíferamente sentimental,
variable : mi tía, la viuda, tocaba Chopin,
incliné mi cabeza sobre la madera barnizada, y lloré.
Ahora quiero estar cerca de ti. Y de algún modo,
quisiera enlazar los minutos de mis días a los tuyos.
.
: No soy feliz. Seré clara.
Amaba las lámparas en los rincones de la tarde, silenciosos poemas.
Tuve miedo en mi vida. Realmente,
a veces especulo sobre lo trágica que fue su vida.
.
: Toma mi mano. Aprieta mi mente en tu puño. ¿Qué eres ahora?
Cuando tenía catorce años tuve sueños suicidas,
parada al amanecer en el alero de la ventana, esperanzada con la muerte :
si la luz no hubiera disipado las nubes y la llanura en belleza,
si la luz no hubiera transformado ese día, podría haber saltado.
Soy infeliz. Estoy sola. Háblame.
.
: Seré clara. Creo que nunca me amó:
amó las brillantes playas, los pequeños bordes de espuma
que cabalgan las olas, amó los giros de las gaviotas:
dijo con una boca alegre: te amo. Conóceme.
.
: ¿Qué eres ahora? Si pudiéramos tocarnos,
si nuestras separadas entidades pudieran luchar a brazo partido,
apretados como un rompecabezas chino. . . ayer
me detuve en la muchedumbre de una calle viva de personas,
y nadie dijo una palabra, y la mañana resplandecía.
Todos en silencio, moviéndose. . . . Toma mi mano.
Háblame.