Por Olivia Rico
a Ronald
Septiembre enreda un dedo árido en el centro de sus tardes anchas de cirios encendidos, y en el círculo de escarcha y aguas móviles que forma una multitud alada se va hundiendo. Esos pájaros de nombre ridículo y silvestre como la sensatez de un hombre terco encuentran aquí el sustento de su hambre. Esos pájaros oscuros que en los ojos de algún niño logran el engaño de ser cuervos. Las nubes arrastran modestas las sombras de una casa. Hemos descubierto que estas tardes son las mismas siempre.