Mientras la madre duerme Y no hay suficiente luz para que yo lea, La hora ilegible se abisma en su arrobo. Quién podrá discernir los adioses en una tarde oscura O los ardores pútridos de su dorada tela, Los años y las veces.
La llegada de alguien con el rostro vuelto Y el encuentro único y lleno de jamás, Son el manto encorvado de toda espera, La exultación turbia de toda letra vagarosa O de algo taciturno que nunca se dijo. Así quién podrá decir éste es el día, Quién podrá sentarse y mansamente reconocer la espera: La tarde luminosa y feliz de mi llegada, El día inútil, la tarde aguada y el encuentro inútil.
Sólo este espacio memorioso Recordará fiel el primer giro...
Sin embargo esta tarde saluda gentilmente, Y la quietud feliz de su penumbra.