Por Olivia Rico
Mientras la madre duerme
Y no hay suficiente luz para que yo lea,
La hora ilegible se abisma en su arrobo.
Quién podrá discernir los adioses en una tarde oscura
O los ardores pútridos de su dorada tela,
Los años y las veces.
La llegada de alguien con el rostro vuelto
Y el encuentro único y lleno de jamás,
Son el manto encorvado de toda espera,
La exultación turbia de toda letra vagarosa
O de algo taciturno que nunca se dijo.
Así quién podrá decir éste es el día,
Quién podrá sentarse y mansamente reconocer la espera:
La tarde luminosa y feliz de mi llegada,
El día inútil, la tarde aguada y el encuentro inútil.
Sólo este espacio memorioso
Recordará fiel el primer giro...
Sin embargo esta tarde saluda gentilmente,
Y la quietud feliz de su penumbra.