Por Ronald Abilio Noda
El destino del hombre es un terrible lagarto Y junto a su perro está su esposa, Luego el imperio que rigen los soles tras las mañanas. Un día la serpiente dijo que ella desconocía el paradero del alma, El hijo del rey había tomado entonces la lengua Y la había hecho una figura indescifrable En tanto su esposa se ocupaba de los tiempos, Del sueño y la plegaria, de la postración y la salud. Un día el perro clavó los colmillos en su mano Pero el daño no fue tal que impidiese sostener el arreo y fabricar la columna, Algún otro día la serpiente intentó ahogarlo Pero la mujer tiró de golpe sobre su cabeza, Y mientras, el tiempo se sostenía en la bóveda celeste En un papiro incompleto del antiguo Egipto O en el cazador de signos tras el suceso de la noche. El lagarto está sobre la costa en una vieja ciénaga Ha tragado innumerables deshechos, cuerpos humanos, caracolas, Por ahora está saciado y calla. El destino del hombre está dormido, Pero lo conoce.