Por Ronald Abilio Noda
I balanced all, brought all to mind The years to come seemed waste of breath, A waste of breath the years behind William Butler Yeats Ma la notte risurge, e oramai È da partir, ché tutto avem veduto Inferno XXXIV, 68-69
Todos han preparado una última batalla Pero qué me importa, Qué me importan los soldados y las multitudes Esos vanos empeños de hombres y polvo. Un día les dio por avanzar sobre los puentes Un día fueron 20 muertos Y otro día estuvieron en las plazas al norte de la ciudad, Un día clamores y discursos, Hombres poderosos agitaban sus voces, Pero caían las hojas en los lejanos otoños En una encerrada habitación entre los bosques se conspiraba Se presagiaba la luz de los vitrales contra el gobierno de la ciudad Y algunos decían que la civilidad era una cosa impresionante Y algunos que la paz habría de llegar entre la indecisión, Pero afuera dormían los mendigos y las viudas, La pobreza de espíritu no extendía su bienaventuranza en aquel tiempo. Cuando estuvieron preparados tomaron una rama de canela y la mezclaron con agua Y cayeron tras el ejército, y cayeron tras el mar y la madera Y uno se apoyó y bebió un poco de vino, Pero otro derrumbó una pared ante los ojos atónitos Y este envió un mensaje a los que estaban en las montañas Y aquellos se fueron a perseguir sus propias intenciones. Y después estuvo la calma Decidieron irse a dormir tras una noche de fiestas Y sus mujeres les prepararon un caldo y unas viandas, Pero la noche se cerraba todavía.
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Se encontraron tres y se dijeron sus planes, Este se nombró a sí mismo general y después se dirigió a un palacete en ruinas Allí habían tenido bastante de cenas y sueños Y la aurora desvanecía su liquidez sobre los más cansados. Luego vino uno y declaró la disolución de la república, Pero otro restituyó la ley mediante un engaño, Este devoró a un dios y se hizo carne y como la carne separó los ríos, Y aquellos bendijeron su espíritu y su ropa Entonces eran encarnizadas las batallas, Habían tenido lugar más nombramientos Y el partido democrático había vendido a 700 sestercios una infografía de Casio y todavía era el momento de la gravedad y la incitación desmedida, un grito sobre los edificios tornaba a la costa del oriente, una lamentable estridencia de bordados y naves, parecía que convenían las ligaduras y el tiempo en medio de las asambleas, la tenaz disipación de los actos encaraba el silencio como una costumbre desigual y los poderes de los siglos venían sobre una arenisca cálida de nombres ausentes. Iban los magistrados sobre sus pasos y la discusión se extendía, Sobre la justicia y la desolación caminaban con un manojo de varillas Y trenzaron sus dictámenes y se escucharon a ellos mismos, Pero después hubo una larga explosión, y sus cabezas y manos decoraron la puerta principal. Entonces vino el tiempo del júbilo y los llantos, De los estandartes y las crónicas, Entre las paredes se aguaron las eras de los hombres y el tiempo de los astros.
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Tiraron mantas y dados; y la mujer invidente torció los rumbos Soltó las sogas y cayeron docenas y cientos, Y a través de la sangre soltaron sus bromas Y llamaron a través de las voces, En la escualidez tremenda, Como quien pasa en medio de un campo desolado y lleva consigo la sed y la penuria, Así como la voz tendida sobre el césped Y la desolación y los bordes sobre lo inmediato, Vacío de sombra y sombra última a través del murmullo de las cosas. Cayeron y otro más en el silencio En la perenne secuencia de la imagen Hechura de actos y aquí y más allá, Arropamiento y susurro, y cresta mohosa sobre la plenitud.
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Se levantó un hombre y dijo: No vengo a hablarles de la esperanza Porque todo eso es falso, No vengo a decir que la muerte sea una labor grata Porque indudablemente seguiría siendo falso, No vengo a decir nada Porque en estas palabras no está mi destino. Algunos piensan que después de estos días vendrá la paz, Que serán concertadas las decisiones Y que por fin llegaran los tiempos del descanso, Imagino que estas palabras que nos mueven ahora Habrán sido dichas antes en Roma o en Estambul, Y antes de eso, habrán sido dichas en Babilonia días antes de su estrepitosa caída Quién lo hubiera dicho. Cien años antes los babilonios jugaban y bebían entre las callejuelas Y colocaban sus máscaras ante las puertas de sus vecinos Y sus vecinos los invitaban a pasar y hablaban de la situación, Pero todo esto no era más que una mentira. Quién lo hubiera dicho. Babilonia y sus nieblas cayeron y entonces, nosotros, que jugamos con el viento bajo estas columnas, a quienes nos fueron concedidos los siglos como una venturosa imitación de la mañana, nosotros, gente de los mares y señuelos de la noche, sabemos de la inconstancia y de las procesiones extrañas entre la torcedura del risco y la memoria. No voy a decirles que esto sucederá o no Ni que debemos salvar o destruir algo Porque ya no queda nada que salvar o destruir O porque poco valen los roídos clamores de este tiempo. El ejército y la gente están sobre la ciudad, y deambulan las aves en los cielos, Pero el presagio no es malo, ni bueno, ni se acerca siquiera a las antiguas predicciones, Sino que todo se aviene a la devastación como un canto de niños en la tarde Mientras tanto, yo, divido un pedazo de queso y unto mis tostadas En la preparación inmóvil del silencio Y en el fastuoso desprendimiento de la noche.
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Pero entonces fueron los bombardeos sobre la vieja capital Y astillaron la madera y con un poco de agua limpiaron la sangre Y quedó un trozo clavado en la entrada Y allí nombraron todo lo que les pertenecía Y se adueñaron de las colinas y construyeron sus ciudades Y fueron polvo y lava Restituyeron las voces con un poco de agua limpia Y santificaron los lechos y las sábanas. Todo esto lo había visto desde lejos Y me apresuré y bebí mi copa de licor entre la fría espuma del firmamento, Pensé entonces en una argucia o en un detalle mínimo, Aunque nada tiene importancia ya. Qué puede importar la tierra, y el cobre, Y la ceniza ancha sobre las magnitudes celestes.