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por: David NoriaPublicada el julio 12, 2025julio 12, 2025

Alfonso Reyes de regreso en París

Discurso pronunciado el viernes 16 de mayo de 2025 en la Casa de América latina en París

Por David Noria

Señora embajadora Blanca Jiménez

Señor presidente de la Casa de América latina en París Jean-Marc Laforêt

Señoras y señores:

En el marco de la semana de América latina y el Caribe 2025, la cultura mexicana hace acto de presencia. La publicación de la obra Alfonso Reyes, dos años en París 1925-1927 nos invita a reflexionar de nuevo sobre el humanista mexicano y su relación privilegiada con Francia. Este libro se debe al cónsul de Francia en Monterrey, Guillaume Pierre, quien concibió la feliz idea de festejar así el centenario de la misión diplomática de don Alfonso en París. El segundo arquitecto del libro fue don Adolfo Castañón, nuestro primer hombre de letras en México. Por mi parte, tengo el honor de haber sido convocado a participar como investigador y coeditor en esta empresa que me llevó a los archivos, donde pude consultar –con la invaluable ayuda de Jean-Philippe Dumas, aquí presente–, un material en todo punto notable por su valor histórico, del que el libro quedó muy enriquecido. Allí encontrarán documentos inéditos y 7 capítulos de diversos autores para arrojar luz a toda una época y a una relación bilateral, así como una selección generosa de imágenes antiguas y modernas de los lugares frecuentados por nuestro ministro poeta hace exactamente cien años.

Es un motivo de dicha ver el entusiasmo que, del lado francés, la figura de Alfonso Reyes suscitó enseguida entre Jean-Marc Laforêt, François Vitrani, Philippe Bastelica y en especial el historiador Serge Gruzinski, que nos animaron a realizar esta presentación. Del lado mexicano, el interés inmediato vino a la sola mención del nombre de Reyes en persona de la señora embajadora Jiménez, de Alberto Aura, director del Instituto Cultural de México y de Tania Enríquez, directora de la Casa de México. A todos, gracias.

Una palabra especial para el profesor Paul-Henri Giraud, el mejor intérprete de la literatura hispánica y mexicana en Francia, que nos honra con su presencia entre nosotros. La elegancia y la erudición del profesor Giraud no son inferiores a su generosidad, y estoy seguro de que habría sido uno de los interlocutores preferidos de Alfonso Reyes en París.

I

América latina, un deber siempre recomenzado

El resplandor de Alfonso Reyes se extiende mucho más allá de México, por ello estamos encantados de rendirle homenaje en la Casa de América Latina en París. La autoridad y la admiración de las que gozó en vida Alfonso Reyes (1889-1959), contribuyeron a acercarnos unos a otros en todos los países del continente. Quiero decir que la historia intelectual de América latina estuvo marcada por la acción infatigable de don Alfonso. Pues, bajo la apariencia de una veintena de países solitarios, corre, solidaria, la corriente de una vocación histórica compartida. Lo que Reyes buscó para América latina –síntesis hecha de sus reflexiones– fue ante todo una toma de conciencia de nuestro papel en la historia, un papel tan importante como difícil del que, fuerza es aceptarlo –habida cuenta de la división y la indiferencia actuales– no hemos estado siempre a la altura.

Entonces, para reanudar los lazos entre los países latinoamericanos en el plano intelectual, en lo que concierne a una conciencia colectiva y un horizonte de acción, será indispensable, estoy seguro, regresar a la obra de Alfonso Reyes, él mismo a la cabeza de una generación de gigantes que ensayaron captar la especificidad del conjunto más que la de las partes desmembradas. Pienso obviamente en el dominicano Pedro Henríquez Ureña, en Mariano Picón Salas en Venezuela, Germán Arciniegas en Colombia, en el cubano Lezama Lima y la chilena Gabriela Mistral: todos admiradores de Reyes. América latina está por inventarse todavía. Y París, qué bien lo saben ustedes, es el lugar propicio para agitar este comercio espiritual. Es precisamente lo que hacemos hoy.

II

Francia, una simpatía profunda

Alfonso Reyes fue nombrado embajador de México en París en diciembre de 1924. Durante su entrega de cartas credenciales, don Alfonso se dirigió al presidente Gaston Doumergue en estos términos:

Desde hace mucho tiempo, vuestras artes, vuestras letras, vuestras leyes, han merecido a Francia la admiración del Mundo, y vuestras reglas de vida son la barrera más segura para proteger la herencia del pensamiento y la sensibilidad latinas. El pueblo mexicano reconoce con alegría su deuda –en cuanto a ideal y en cuanto a impulsos prácticos– con el ejemplo de vuestra gran Nación.

Volveremos a encontrar esta misma idea veinte años después en un discurso que Reyes escribe desde México durante la liberación de París en 1944:

Tras las catástrofes que hemos padecido, y si es verdad que queremos reorganizar el mundo, hará falta el toque del genio francés para dar a las instituciones esa coherencia que nunca pierde de vista el anhelo teórico, antes lo enlaza graciosamente con las posibilidades prácticas. Sin la presencia catalítica del espíritu francés, testigo de mayor excepción, tememos que el mundo pierda algo. Porque Francia ha sido «la maestra de dibujo entre las naciones». (…) Mucho esperamos, pues, de Francia, por ella misma y por nosotros. Confiamos en sus claros destinos, cuyos destellos rompen ya la cerrazón del horizonte, para que no se pierda, en la historia, una de las realizaciones más altas y fascinadoras de la especie; mas también para que Francia siga inspirando, con su mente, nuestro camino vacilante.

Esta Francia inspiradora es el ideal al que don Alfonso fue siempre fiel. Pero es también esta Francia ideal y real que supo, a su vez, ser fiel a Reyes: aquella Francia de sus amigos exquisitos alrededor de la Nouvelle Revue Française, Commerce, Le Navire d’Argent, fuera Paul Valéry, Adrienne Monnier, Saint-John Perse, Valery Larbaud, Jules Supervielle o Marcel Bataillon; la de las instituciones como el Instituto Francés de América Latina, que Reyes apadrinó en su fundación; la de los intercambios académicos y artísticos; en fin, una Francia lista a contar con México en lo que tiene de más inteligente y bello en todos los dominios. Sin exotizarlo a toda costa, sin hacer eco de la incomprensión y los estereotipos, sino observando de cerca los verdaderos valores de nuestras artes y la esperanza que nos anima.

III

Frente al mundo, ¿qué México?

El representante literario y político que fue Alfonso Reyes para México, no perdió tiempo para acercar a nuestro país del mundo, y al mundo de México. Le debemos nuestra incorporación –como lo ha recordado el embajador José Luis Martínez y Hernández– al Instituto de Cooperación Internacional en 1926; le debemos también la idea de fundar en París la Casa de México en la Ciudad Universitaria. En los años cuarenta, Paul Rivet contó con el apoyo de Reyes para los primeros pasos del Instituto Francés de América Latina; la Sorbona le otorgó el doctorado honoris causa en 1958.

Ese mismo año, precisamente, siendo Jaime Torres Bodet el embajador de México en París después de haber sido director general de la UNESCO, el viejo Reyes es solicitado para dirigir el mensaje de apertura de las jornadas franco-mexicanas de Burdeos. Un año antes de su muerte, Reyes retoma una definición magistral de México:

Sobre la cimentación inquebrantable del suelo indígena y de la base hispánica llovieron las influencias fertilizadoras de Francia y de los Estados Unidos de gran trascendencia en nuestras orientaciones políticas, y cada vez que Francia ha enviado hasta nuestros jardines sus brisas cargadas de pólenes, ha acontecido en México y lo mismo en toda Iberoamérica una primavera de la inteligencia y de la poesía.

En algunos trazos vemos aparecer una realidad compuesta por adición, no por sustracción. Se trata, en estas pocas palabras simples del maestro, de un México que no se contenta con quejarse, que no sucumbe a la tentación fácil de la victimización, sino que levanta la cabeza y abre sus brazos a las cuatro partes del mundo.

Alfonso Reyes de retour à Paris

Discours tenu le vendredi 16 mai à la Maison de l’Amérique Latine

Madame l’ambassadrice Blanca Jiménez

Monsieur le président de la Maison de l’Amérique latine Jean-Marc Laforêt

Mesdames et messieurs,

Dans le cadre de la semaine de l’Amérique latine et de Caraïbes 2025, la culture mexicaine fait acte de présence. La parution de l’ouvrage Alfonso Reyes, dos años en París 1925-1927 nous invite à réfléchir à nouveau sur l’humaniste mexicain et ses rapports privilégiés avec la France. Ce livre est dû au consul de la France à Monterrey, M. Guillaume Pierre, qui a conçu l’heureuse d’idée de fêter le centenaire de la mission diplomatique de don Alfonso à Paris. Le deuxième architecte du livre a été don Adolfo Castañón, notre premier homme de lettres au Mexique. Pour ma part, j’ai l’honneur d’avoir été convoqué à participer en tant que chercheur et coéditeur dans cette entreprise qui m’a amené aux archives, où j’ai pu consulter –avec l’aide précieuse de Jean-Philippe Dumas, ici présent–, un matériel tout à fait remarquable par sa valeur historique et dont le livre en a beaucoup profité. Vous y trouverez de documents inédits et 7 chapitres par divers auteurs pour mettre en lumière toute une époque et une relation bilatéral, ainsi qu’un choix bien fourni d’images anciennes et nouvelles des endroits fréquentés par notre ministre et poète il y a exactement cent ans.  

Il est un motif de joie que de voir l’enthousiasme que, du côté français, la figure d’Alfonso Reyes a tout de suite suscité parmi Jean-Marc Laforêt, François Vitrani, Philippe Bastelica et notamment l’historien Serge Gruzinski qui nous ont encouragé à faire cette présentation. Du côté mexicain, l’intérêt immédiat est venu au seul appel du nom de Reyes en personne de Mme l’ambassadrice Jiménez, d’Alberto Aura, directeur de l’Institut Culturel du Mexique et de Tania Enríquez, directrice de la Maison du Mexique. A vous tous, merci.  

Un mot spécial pour le professeur Paul-Henri Giraud, le meilleur interprète de la littérature hispanique et mexicaine en France, qui nous honore avec sa présence parmi nous. L’élégance et l’érudition du professeur Giraud ne sont pas moindres que sa générosité, et je suis sûr qu’il aurait été l’un des interlocuteurs préférés d’Alfonso Reyes à Paris.   

I

L’Amérique latine, un devoir toujours recommencé

Le rayonnement d’Alfonso Reyes s’étend bien au-delà du Mexique, c’est pourquoi nous sommes ravis de lui rendre hommage à la Maison de l’Amérique latine. L’autorité et l’admiration unanime dont Alfonso Reyes (1889-1959) jouissait de son vivant ont beaucoup contribué à nous rapprocher les uns des autres dans tous les pays du continent. Par là je veux dire que l’histoire intellectuel de l’Amérique latine a été marquée par l’action sans relâche de don Alfonso. Car sous l’apparence d’une vingtaine de pays solitaires, court, solidaire, le courant d’une vocation historique partagée. Ce que Reyes cherchait pour l’Amérique latine –synthèse faite de ses réflexions– c’est avant tout une prise de conscience de notre rôle dans l’histoire, un rôle si important que difficile, dont il est obligé d’avouer –compte tenue de la division et l’indifférence actuelles– que nous n’avons pas toujours été à la hauteur.

Alors pour retisser le lien entre les pays latino-américains dans le plan intellectuel, en ce qui concerne une conscience collective et un horizon d’attente, il sera indispensable, j’en suis convainc, de revenir à la source qui est l’œuvre d’Alfonso Reyes, lui qui était à la tête d’une génération de géants qui ont essayé de saisir la spécificité de l’ensemble plutôt que celle des parties isolées. Je pense évidemment au dominicain Pedro Henríquez Ureña, à Mariano Picon Salas au Vénézuéla, au cubain Lezama Lima, à Germán Arciniegas en Colombie et Gabriela Mistral au Chili, tous des admirateurs de Reyes. L’Amérique latine est encore à inventer. Et Paris, combien vous le savez, c’est l’endroit propice pour encourager ce commerce spirituel. C’est précisément ce qu’on fait aujourd’hui.

II

La France, une sympathie profonde

Alfonso Reyes fut nommé ambassadeur du Mexique à Paris en décembre 1924. Lors de la remise de ses lettres de créance, don Alfonso s’adressait en français au président Gaston Doumergue dans ces termes :

Depuis longtemps, vos arts, vos lettres, vos lois, ont mérité à la France l’admiration du monde, et vos règles de vie sont le plus sûr rempart qui puisse protéger l’héritage de la pensée et de la sensibilité latines. Le peuple mexicain est heureux de reconnaître ce qu’il doit, en fait d’idéal et en fait d’impulsion pratique, à l’exemple de votre grande nation.

On retrouvera les mêmes idées vingt ans après dans un discours que Reyes écrit depuis Mexico à l’occasion de la libération de Paris en 1944, cette fois-ci rédigé en espagnol :

Tras las catástrofes que hemos padecido, y si es verdad que queremos reorganizar el mundo, hará falta el toque del genio francés para dar a las instituciones esa coherencia que nunca pierde de vista el anhelo teórico, antes lo enlaza graciosamente con las posibilidades prácticas. Sin la presencia catalítica del espíritu francés, testigo de mayor excepción, tememos que el mundo pierda algo. Porque Francia ha sido «la maestra de dibujo entre las naciones». (…) Mucho esperamos, pues, de Francia, por ella misma y por nosotros. Confiamos en sus claros destinos, cuyos destellos rompen ya la cerrazón del horizonte, para que no se pierda, en la historia, una de las realizaciones más altas y fascinadoras de la especie; mas también para que Francia siga inspirando, con su mente, nuestro camino vacilante.

Cette France inspiratrice c’est l’idéal auquel don Alfonso a été toujours fidèle. Mais c’est bien aussi cette France idéale et réelle qui a su, à son tour, être fidèle à Reyes : celle de ses amis exquis autour de la Nouvelle Revue Française, Commerce, Le Navire d’Argent que ce soit Paul Valéry, Adrienne Monnier, Saint-John Perse, Valery Larbaud, Jules Supervielle ou Marcel Bataillon; celle des institutions comme l’Institut Français de l’Amérique latine, dont Reyes a été le parrain lors de sa fondation; celle des échanges académiques et artistiques ; enfin, une France prête à compter sur le Mexique en ce qu’il a de plus intelligent et de plus beau dans tous les domaines. Sans le rendre exotique à tout prix, sans faire écho de l’incompréhension et des stéréotypes, mais regardant de près les vraies valeurs de nos arts et l’espoir historique qui nous anime.

III

Face au monde, quel Mexique ?

Le représentant et littéraire et politique qui a été Alfonso Reyes pour le Mexique, n’a pas perdu du temps pour rapprocher notre pays du monde et le monde du Mexique. On lui doit notre incorporation, en 1926, à l’Institut de Coopération International, précédant de l’UNESCO ; on lui doit aussi l’idée de fonder à Paris la Maison du Mexique à la Cité International Universitaire. Paul Rivet, aux années 40 a eu le soutien de Reyes pour les premiers pas de l’Institut Français de l’Amérique Latine ; la Sorbonne lui a accordé le honoris causa en 1958.

Cette année-là justement, alors que Jaime Torres Bodet est ambassadeur du Mexique à Paris après avoir été le directeur général de l’UNESCO, le vieux Reyes est sollicité pour adresser un message depuis Mexico à l’occasion des journées franco-mexicaines qui se tiennent à Bordeaux. Un an avant sa mort, Reyes revient sur une définition magistrale du Mexique. Il dit :  

Sur le chemin indestructible du sol indigène et de la base hispanique, est tombée la pluie fertilisante de l’influence de la France et des Etats-Unis, d’importance capitale dans nos orientations politiques, et chaque fois que la France a envoyé vers nos jardins ses brises chargées de pollen, un printemps de l’intelligence et de la poésie a jailli au Mexique comme dans toute l’Amérique latine.

Dans quelques traits, on voit apparaître une réalité composée par adition, non pas par soustraction. Il s’agit dans ces quelques mots simples du maître, d’un Mexique qui ne se contente pas de se plaindre, qui ne succombe pas à la tentation facile de la victimisation, mais qui lève la tête et ouvre ses bras aux quatre coins du monde.   

David Noria

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