Por Luna Marina Companioni
“El gran albatros ha volado con el viento (…) dejándome plumas de garza blanca en el cabello”, dice una de las voces que intuye la presencia del “kōtuko”, la garza a la que solo puede verse una vez en el transcurso de la vida y que deja escapar, cerca del albatros, sus plumas blancas. Este fragmento del ensayo que le da título al libro The ghosts of birds (New Directions Publishing, 2016), de Eliot Weinberger, habla de un ave que no llega nunca a contemplarse y que se intuye, como todas las aves que alguna vez cruzaron velozmente la mirada del observador, en un espacio desconocido e intensamente imaginado. El ave es percibida, a pesar de su ocultamiento, cuando una hoja se mueve o un canto rompe el silencio del bosque. Si se muestra será una corta revelación antes de volver a habitar ese espacio nunca antes visto. Mensajeras de los dioses, portadoras de augurios, hábiles prestidigitadoras que desaparecen como el alma de los muertos, las aves representan, en este libro de Weinberger, voces de civilizaciones, religiones, supersticiones y mitos ya olvidados. Los cantos de las aves son los cantos de las almas de los ancestros que, “posadas sobre las ramas del árbol del mundo” recuerdan su historia. El ave, alma o espíritu errante que vuela en un lugar ignoto canta un mito ancestral y es también su canto el lenguaje oculto de algún símbolo.
El texto se va construyendo a partir de los nombres que la etnia maorí, asentada en Nueva Zelanda, les dio a sus aves. Es un relato sobre el comportamiento de estas criaturas y su simbología en la vida de los nativos polinesios. El canto nombra al ave; el ave se nombra a sí misma y aparece a la vista del observador como signo de revelación:
Kērangi, el aguilucho, hijo de la diosa del fuego; sus pequeñas plumas rojas son semillas de fuego. Kē kē kē es su llamado y rangi es el cielo. Kērangi: sonido en el cielo.
Rangi, en la mitología maorí, es Padre Cielo, son suyos los vientos que “dan vida” y aquellos que “acarician la piel de los seres”. El halcón de pequeñas plumas rojas hace un llamado al Padre Cielo mientras se leen al unísono los cantos de las aves, llamándose unas a otras con sus propios nombres; son “los fantasmas de las aves” volviendo a contar sus historias olvidadas.
Fue con los nombres de las aves que este libro me llevó a buscar fuera de él mismo hasta encontrar la increíble relación de estas criaturas con la vida de los nativos maoríes. Y es que dentro del vastísimo mundo que tiene lugar en las páginas de The ghosts of birds y que continúa también en otros libros de Weinberger, sobresalen estas referencias a culturas que nos son distantes y, en la mayoría de los casos, a textos antiquísimos con los que el autor construye sus ensayos. Estos han supuesto para mí un riesgo mayor que la lectura del libro; tal vez por esa curiosidad de acceder al texto original no he concluido antes la lectura, sino que me he detenido en esa búsqueda casi interminable. Dentro de las primeras referencias sobresale La vida de Adán y Eva o Apocalipsis de Moisés, perteneciente a un grupo de escrituras apócrifas hebreas donde se narra la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén. En este ensayo, el autor, además de dar detalles que no aparecen en la Biblia sobre la caída del hombre, establece una comparación entre las traducciones que existen de este libro, sobre su escritura y el original, presumiblemente en árabe y aparentemente relacionado con el libro La cueva de los tesoros. Más adelante leemos sobre Los viajes de Máel Dúin, un cuento en irlandés antiguo que data del primer milenio antes de Cristo, perteneciente a un grupo de romances irlandeses llamados Mramas (Navegaciones). A semejanza de Simbad el Marino o la Odisea, el curso de la acción de este relato se da a través del viaje entre islas; en el caso de Simbad, el héroe comete un desequilibrio o una desmesura que lo lleva a volver a conquistar fortuna a través del viaje; en el caso de Odiseo, el viaje está impulsado por el retorno; en el caso de Máel Dúin el viaje es un intento fallido de vengar la muerte de su padre. Son numerosos los textos de referencia de Weinberger, podemos leer sobre el I Ching, el Kanun (las leyes de Albania del Norte), la historia de diversas dinastías chinas, el Libro de las odas o Canciones (Shi Ching), y muchísimos otros, pero su variedad no es lo relevante, sino la evidente investigación del autor sobre ellos; el lector no solo asiste a una minuciosa y emocionante búsqueda sobre el origen de textos antiguos, sino que puede contrastar numerosas traducciones, las cuales son, en esencia, significados. No en vano The ghosts of birds comienza con el «Himno a la Diosa de las tres ciudades», un canto a la palabra y a la creación que habla de la inspiración del poeta y que prefigura la vastedad de esa inspiración. La diosa india es un loto de miles de pétalos que simboliza la infinitud y la abundancia, el acto de creación no tiene fin, la palabra nunca termina, sino que se distiende en el tiempo y en el espacio.
Los textos de este libro han sido catalogados por el propio autor como “ensayos”, aunque más específicamente son una hibridación de géneros literarios. Pudiera decirse que muchos de los textos de Weinberger están escritos con una curiosidad antropológica y dispuestos de forma tal que semejen relatos. Podemos encontrar en ellos poesía, prosa poética, relatos en los que se insertan pequeños poemas que contribuyen a la trama, textos escritos como noticias e incluso en forma de diario. Hay en ellos una búsqueda de eso que Guy Davenport denomina en su libro The geography of the imagination “los símbolos de lo arcaico”. Aquellos símbolos de los que hoy solo queda un “significado residual” y que persiguen ese “anhelo por algo perdido, por energías, valores y certezas imprudentemente abandonados por una era industrial”. Weinberger mira hacia el pasado y junto al símbolo olvidado ve el comienzo y la creación de algo que vincula al hombre con una dimensión trascendente de la vida.
“Calendario de piedras” es un ensayo dividido en veintiocho fragmentos, los cuales representan el tiempo en el que se demora en orbitar la luna (una gran piedra) alrededor de la tierra. Este texto recoge las significaciones que la piedra ha tenido a lo largo de la historia:
Una piedra es impermeable, por lo tanto, está habitada por espíritus, almas y fantasmas. / Una piedra es seca, por lo tanto, sumergida en un río o rociada de agua, trae lluvia. / Una piedra no tiene vida, por eso trae vida. Se atan piedras a las ramas de los árboles frutales; las piedras se entierran en los campos; se frotan piedras en el vientre de las mujeres. / Eckhart: “Una piedra nunca está libre de movimiento mientras no esté en el suelo”.
La piedra es un espacio habitable, en dependencia de las culturas se entiende que guarda a los espíritus, los ángeles, los demonios, los ancestros, de ahí su relación con la suerte y con el destino. El maestro Eckhart dice que “la piedra es Dios, pero no lo sabe, y ese desconocimiento la convierte en piedra”. Las piedras son también huesos que se convierten en hombres y mujeres.
“Sueños de los Changs” intenta también recuperar símbolos que a través de los sueños se les presentaban a aquellos de dicho apellido. El texto sugiere que la adivinación de sueños era una práctica muy utilizada en las dinastías chinas y que se consideraba un presagio verídico y confiable:
Está registrado en la Historia de la dinastía Chin que el magistrado adjunto Chang Chai soñó subir una montaña en la que solo veía enebros y pinos, que daba tres vueltas a una casa, pero no podía encontrar la puerta. Se registró haber acudido a un erudito, este explicó que enebros y pinos rodeaban una tumba, y que, por lo tanto, el magistrado no pudo encontrar la puerta, pues no había puerta alguna; tres veces significaban tres años. Se escribió que tres años después, Chang Chai estuvo involucrado en una conspiración rebelde y fue ejecutado.
Se registran sueños en los que soles y nubes son ingeridos presagiando buena fortuna y embarazo respectivamente. Si dentro del cuerpo de aquel que sueña crece un árbol es también presagio de embarazo. Uno de los significados con los que se relaciona al sol es precisamente el de la fecundidad, aunque puede ser ambivalente en tanto engendra y mata, pues el sol da la luz como la sombra. En el caso de la cultura china es evidente el significado del que se ha apropiado. Curiosamente, releyendo las páginas del Diccionario de símbolos me encuentro con esta clara relación de significados: “los inmortales chinos absorben la esencia solar, y también las simientes de girasol”.
Otro de los aspectos relevantes en la obra de Weinberger es la cercanía a las leyendas fundacionales. “Viaje al río Colorado” es la apropiación de la leyenda del dios Ta-vwoats y su relación con el surgimiento del río Colorado. El dios envía una gran corriente de agua para que los nativos no puedan conocer el camino al Cielo. Sobre sus canoas siguen la corriente y van nombrando una por una las regiones aledañas al Cañón del Río Colorado. Weinberger se vale de esta leyenda para recrear una historia sobre la búsqueda fortuita de estos nombres:
Acantilados llenos de golondrinas. / Golondrinas errantes que anhelan encontrar su descanso habitual / Los polluelos asoman desde las puertas de sus casas de barro. A este lugar lo llamamos Cañón de las Golondrinas.
Leyendas de pueblos precolombinos cuentan sobre lugares por los que se accedía al cielo y al inframundo. La forma de vida de las antiguas civilizaciones estaba nucleada alrededor de las divinidades, no es de extrañar que las ciudades estuvieran alineadas en perfecta armonía con las estrellas para así escuchar las divinas instrucciones y ser escuchados a su vez. La ciudad antigua era un mapa del universo, gobernada aún por los ancestros y los dioses. Este libro, como una ciudad antigua, se erige en memoria de los símbolos olvidados, de aquello que nos podría vincular con una dimensión trascendental, un territorio perdido en el mundo postmoderno, donde curiosamente veneramos todo y nada al mismo tiempo. Y aunque los textos de Weinberger abordan temáticas muy diferentes, resultando a veces imposible catalogarlos como un todo, hay algo que los unifica: el intento de regresar sobre símbolos que han quedado vaciados para volver a llenarlos de significado y ensancharlos aún más desde sus innúmeras lecturas. De esta manera, parte de lo que anuda y da fuerza a este intento es la escritura en sí, una escritura en apariencia simple y sobria, pero donde confluyen todas estas diferentes voces que conforman el estilo personal de Weinberger. La estructura de sus ensayos, aunque diversa en su totalidad, forma en sí misma un espacio de orden.