Por Olivia Rico
Pesadamente me abstengo de las pretensiones que siguen a la lectura y a la sombra y de la ansiedad que en el pensamiento la voluptuosidad revuelve. Hoy observo esos delirios que caen en la tierra como regalos despreciados, u hojas inútiles e incómodas que el artificio convierte en preciada imagen del otoño, en húmeda sustancia de las cosas que prefiero contemplar y no nombrar oscuramente. La forma rehúye y palpita en el monumento del derrumbe de las hojas (sensible ruina), y mientras yacen lánguidas y superfluas en la acera, es una cicatriz sangrante, un molde sin remedio; como los árboles, de sí misma se desprende; como el suceso –efímero– de sí misma se olvida, inmensa y falsa cual sofismas muertos. Y en la altura pudorosa, en el mero temblor de las imágenes, algo silba, desoído y huérfano.
NOTA: Una versión anterior de este poema fue publicada en Malabar en 2020.