Por Margaret Atwood
Traducción Teresita Padrón de la Paz
La espera
Aquí se encuentra finalmente, la oscura presencia, Eso que has esperado por tanto tiempo. Hiciste tantos melodramas. Pensaste que cargaría su propia bruma, cubriéndote en un abrazo húmedo, como capa de moho en el pan. Supusiste que se ocultaría en tu clóset, entre las ropas que han dejado de ajustarse a tu cuerpo desde hace años, reposando entre bolas de polvo y cabello, desnudándose de una y otra de tus pieles fabricadas, mientras crece, afilando sus dientes en tus ropas desechas, y entonces brotaría desde adentro, hacia lo externo, y tu corazón estaría lleno de estridencia. O que vendría de inmediato e insonora, pero con un ojo cegador y despiadado, como un tren de alta velocidad, y un solo golpe en la cabeza y entonces, todo negro. Sin embargo, se siente extrañamente familiar. Como tu propia casa, hace cincuenta años, en el despertar de una tarde de diciembre, cuando la luz mutaba, de brillante a opaca, un amarillo opaco, grueso, como yema sulfurosa, y la lámpara de leer estaba encendida, con su pantalla de seda marrón, su aroma de cobre caliente, la sala, titilando en efluvios de la cena que se cocina, y tú, en cuclillas en el suelo de madera, codos manchados y escamosas rodillas adoloridas en la sección de cómics, escuchando la radio, noticias de desastres que te hacen sentir a salvo, como la voz de tu madre, que te ruega una vez más que pongas la mesa, y haces lo posible por ignorar, y te das cuenta por primera vez en tu vida que envejecerás. Un día, algún día, serás tan viejo como lo eres ahora, y la casa en la que solías leer tus cómics junto a la gruesa luz amarilla, habrá desaparecido, con todas las personas que la habitaban, incluso tú, tú en tu joven, sucio cuerpo con su aroma de papel periódico y rodillas mugrientas y algodón, tendrás un cuerpo diferente para entonces, uno sombrío, el cuerpo de un extraño que no podías siquiera imaginar, estarás perdido y solo. Y ahora es ahora, y esa oscura presencia está aquí, después de todo no es nada sorprendente, es solo un recuerdo más, después de todo: un recuerdo del miedo, un miedo de niño de papel amarillento, que habías olvidado desde hace mucho, y ahora se ha hecho realidad.
Waiting
Here it is then, the dark thing, the dark thing you have waited for so long. You have made such melodramas. You thought it would carry its own mist, obscuring you in a damp enfolding, like the mildew shroud on bread. Or you thought it would hide in your closet, among the clothes you outgrew years ago, nesting in dustballs and fallen hair, shedding one of your fabricated skins after another and growing bigger, honing its teeth on your discarded cloth lives, and then it would pounce from the inside out, and your heart would be filled with roaring or else that it would come swiftly and without sound, but with one pitiless glaring eye, like a high-speed train, and a single blow on the head and then blackout. Instead it is strangely like home. Like your own home, fifty years ago, in December, in the early evening when the indoor light changed, from clear to clouded, a clouded thick yellow, like a sulphury eggyolk, and the reading lamp was turned on with its brown silk shade, its aroma of hot copper, the living room flickering in the smells of cooking dinner, and you crouched on the hardwood floor, smudged elbows and scaly winter knees on the funny papers, listening to the radio, news of disasters that made you feel safe, like the voice of your mother urging you yet again to set the table you are doing your best to ignore, and you realized for the first time in your life that you would be old some day, you would some day be as old as you are now, and the home you were reading the funnies in by the thick yellow light, would be gone with all the people in it, even you, even you in your young, smudgy body with its scent of newsprint and dirty knees and washed cotton, and you would have a different body by then, an old murky one, a stranger’s body you could not even imagine, and you would be lost and alone. And now it is now and the dark thing is here, and after all it is nothing new; it is only a memory, after all: a memory of a fear, a yellowing paper child’s fear you have long since forgotten and that has now come true.