Por Diego Luque

Son el cortejo que me da la bienvenida 
Esos árboles cuyo nombre no aprendí de niño. 
Y esa fila de hojas resistentes cuyo rostro ignoro 
Acaso sean las máscaras de quienes cargarán mi féretro 
En el día en que la parva me lleve hacia ese otro río 
Desde la ciudad sin mar cuyo rostro también ignoro.
 
Y en esta cruzada de ignorancia 
Vamos perdiendo todo nuestro valor 
Hasta desvalijarnos de ocre, 
Dejando atrás los guantes y los abrigos 
Hasta el desnudo y el gris de los huesos 
Como esas palomas y ratas muertas de espalda 
Que los ojos recogen con empatía 
Cuando se camina ebrio por la mañana 
Lustrándose los zapatos con la mirada.
 
Y así sin prisa llegamos a ese andén 
Donde todos los que se bajan 
Aspiran el gris sucio de las palomas 
Que se fueron 
Donde una catedral amarilla como este otoño 
Se deshoja de pena 
Entre migas sin feligreses y plegarias desatendidas.
