Por Diego Luque

para Camilo Gonzales V.
Y habrá otro poema
mientras haya sed
y el Castel de Miramare
siga en pie.
De tu costa sinuosa y decadente
escribirán el romanzo
de mis payasadas.
En que yo, bufón con cara de águila
aceptaré sobrio el encargo del Emperador
para proclamarme
Rey de los Aztecas.
Cruzaré el mar a pie
y con los zapatos
todavía mojados
describiré no sin asombro
que en este país
donde no existen los caballos,
las muelas también se caen.
Se paga caro lo que se roba fácilmente:
El oro que hay que extraer del suelo
nos terminará saliendo por los ojos-
Pero mientras vino traigan las carabelas
yo continuaré yendo el teatro
para tararear por las tardes
arias de Rigoletto
frente al espejo.
Toca improvisar,
dicta la voz,
se firman bandos, y con pólvora,
se reescribe el mapa.
No estoy solo, recuerdo,
mientras pruebo pedirte tres cosas:
cacao,
mis ojos
y el penacho de Moctezuma
con el que se travistió el abuelo.
En esa biblia salvaje
que el arcipreste leerá en tedesco
se mezclan los golpes en la puerta
con la violación del poeta.
Cae la cera,
se apagan las velas,
bajo el espejo de Flandes de Aragon,
nos toman prisioneros:
No me dejan desvestirme-
Quieren creer estos indios
que van a fusilar a un Príncipe.
Y yo me río
pues no sé a quién busca matar ese plomo.