Por Olivia Rico
La muerte ha proclamado sus dominios
entre estas cuantas hojas cautivas del sueño,
erial de luz o polvo, fragmentos consumidos
en el agua febril de los espejos.
La muerte ha cruzado no sé qué umbrales taciturnos
de delirio y ardor, no sé qué designios
de sed elemental y pesadumbre
que toca un Rostro ajeno y lo reduce
a un haz de oro y gracia, de sonido y podredumbre.
La muerte ha tocado el áureo techo de estas hojas
y ha acercado un Rostro terrible y fugaz
a la llama mortal de mi grande y paciente servidumbre.