Por Ronald Abilio Noda
A Olivia
His soul swooned slowly as he heard the snow falling faintly through the universe and faintly falling, like the descent of their last end, upon all the living and the dead.
James Joyce “The Dead”
En las lentas tardes irlandesas le llamaron "el otro mundo"
Lugar de las nieblas, colina silenciosa donde no pasa el tiempo ni la medianoche
Donde los muertos acuden a la lluvia
Y bajo la ventana quedan mascullando sus últimas acciones
Aquel muchacho que estuvo en pie toda la noche
Y a quien enterramos al amanecer
Porque no hubo amor suficiente para sostener su rostro en los cristales
Solamente lluvia y tisis, qué viejos, qué tristes, aquí volvimos a cantar la vieja tonada
El cuento de las ancianas que insinúan su ojo y su grito a perpetuidad del tiempo
Por los campos, entre la incertidumbre del cielo, contando los tintineos de la luz
Como una estrella al borde de la barca, al borde del fuego, saeta arrojada contra la misma muerte
Bosque, y pasean Nimué y el Caballero, conversan acerca de la disolución de los espejos
Y del rostro que no es posible y de las cosas que pasan
Claro, el viento se ha detenido entonces, y hay como un quejido que no se es capaz de reconocer
Por aquellas tierras del Rey Pescador, aquellas tierras secas, sin nada que ofrecer
Por aquellas colinas que no fueron devoradas por la bestia primera
Ni fueron consagradas siquiera en el cáliz ni se precipitaron hacia la resurrección de la carne
Silenciosa colina de la lluvia después de la mañana, del tiempo después del instante
Misteriosa sombra que ahueca sus sentidos
En medio del barro, astucia de los perros que buscan el cadáver de una liebre en mitad del árbol
Y en esto, la Reina de las tierras deshechas, la Reina que busca su corona y manda los ejércitos hacia la misma noche
Aquella que descubre el signo tras la ventisca, hija de los primeros patriarcas, aquella que entona una oración junto al órgano de la vieja Catedral
Crepúsculo sostenido en las columnas de la tierra, vértebras del cielo desgajado de su primera mañana y de su último atardecer
Principio y fin, y entre ellos, el siglo de los hombres y su falsa justicia, el siglo de la sangre y de la espada
Tiempo en que todo perece y las arrugas colman el semblante y los ojos no ven más
Mirando hacia lo absoluto que queda detrás, hacia la verdad que se levanta contra los muros de este reino
Los caballeros toman su lugar en el mundo intermedio de los vivos y los muertos
Los caballeros se sientan a recoger sus viejos utensilios, su taza de té, su limosna, su voluntad
Se han acercado ya todos, el primero de ellos ha mentido y ha ocultado su rostro, pero después vendrá el tiempo de la reconciliación
Y será su sangre quien llenará los siglos en nombre de la colina misteriosa
Pero el segundo ha caído, como ciego, de sus caballos, y él andará toda la tierra a perpetuidad y será devorado por la espada
Pero a este le sigue el tercero, aquel que no morirá hasta que llegue el último día
La Reina ha dado entonces sus bendiciones y sus cantos y su pañuelo, Stella Maris sobre el mundo de los vivos
Lejana en su colina parece desvanecerse, parece estarse yendo siempre, pero queda por sobre las ciudades conocidas
Pero entonces qué crees, acaso has desestimado ya tu vieja duda, ¿acaso ya puedes ir?
¿Acaso tu semblante no se ha cubierto por la sombra?
No, no hay vientos favorables para iniciar nuestra pesca por el oeste
Ni tan siquiera se han elevado las velas en su totalidad y henos aquí conversando de nuestros afanes
Porque no hay tiempo, porque ya no nos queda más que un segundo entre el momento del ascenso y aquellos días de la tribulación
Y si quiero que este quede hasta el final de los tiempos a ti que te importa, sígueme tú, aunque no puedas ver, aunque sea demasiado tarde
Y si quiero que este viva y que tú acabes en la horca devorado por los cuervos
Y si quiero que la noche sea aquel misterio que nunca podrá ser desatado
Y si quiero que te alejes de todo, que seas un extraño para tu propia gente, que no tengas rostro
Y si quiero... tribulación del infierno, oscuridad, paraíso definido en medio de la lluvia y el recuerdo
Las colinas de Avalón, donde el Rey fue sepultado, las colinas de la inexistencia, preexistentes ya desde la fundación del mundo
Donde la infinitud antecede a la salida del sol y donde el silencio precede los límites del tiempo.
ENVOI
A la mañana del día siguiente solo quedaban los muertos, los muertos susurrando su nombre
Los muertos que hacían la señal de las manos rotas, los muertos con su rostro medio hinchado y su semblante tranquilo
Esperando su tiempo, más allá de todo, de las tierras que circundan el reino,
Resplandecientes en la colina,
como un fuego que ha terminado por consumir la última ceniza de sus pechos.